Prólogo

En esta tierra en donde toda comunicación por audio y visión, en sus múltiples formas se ha vuelto una cosa común, continua e inmediata, las palabras del Apóstol Juan de Apocalipsis 1:7 tendrán sorpresiva dimensión, respecto del estado de total incredulidad y desconcierto de la raza humana al momento de la segunda venida física de Cristo, cuando dice: «He aquí que viene con las nubes y todo ojo le verá y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por Él».

Lo verá todo el mundo a través del paso fantástico de Jesús, bajando desde los cielos y a la vez rodeando toda la tierra en todos los planos necesarios para que todo ojo lo vea y se lamente.

Todavía el lenguaje del Apocalipsis no es entendible en su verdadera magnitud, como tampoco Daniel en sus visiones comprendió, porque como dice en su capítulo 12:9 “Y yo oí, más no entendí y dije: Señor mío ¿cuál será el fn de estas cosas?”. Y Dios le respondió: “Anda Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin”. Pero a Juan le dice seis siglos después en Ap. 22:10: “No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca”.

Ya ha llegado el tiempo del fn, en que los cristianos nacidos de nuevo, estudien y descubran los apasionantes acontecimientos que se están sucediendo antes de su segundo advenimiento y que cada vez son más visibles y aceptables a la luz de las profecías del Antiguo y Nuevo Testamento.

Ha llegado la hora de relacionar los hechos cotidianos de esta era, con las profecías bíblicas y proclamar que ya están vigentes los tiempos del Hijo de Dios, como Juez, Señor de Señores y Rey de Reyes.

Los enfoques de lo que se ha escrito hasta ahora, sobre este tema, con algunas excepciones, dan las distintas opiniones de los eruditos y teólogos para una misma profecía, lo cual hacen imposible relacionarlas con la sucesión de los hechos históricos, que a ellos corresponden, sean éstos lejanos, cercanos o actuales.

Sin pretender desacreditar a esas personas, considero que nuestro Dios merece ser respetado, partiendo de un análisis inteligente de las profecías bíblicas, concatenándolos especialmente con los acontecimientos que a diario se suceden en el mundo, y no que los acontecimientos mundial expongan en duda las profecías de su segunda venida tildándolas de incoherentes e incomprensibles.

La importancia de la segunda venida de Cristo la da Él mismo, cuando en el juicio de la crucifixión, le contesta al sumo sacerdote en Mt. 26:64: “Y desde ahora veréis al Hijo del Hombre, sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo”. El Maestro, más que preocupado por su inminente sacrificio, está declarando con firmeza que ha de venir otra vez.

Cuando los líderes cristianos, entusiasmados por el número de adeptos, relacionan su cantidad con avivamientos, están ignorando las escrituras y las palabras de Jesucristo, cuando en Mt. 22:14 dice: “Muchos son llamados y pocos escogidos”, imaginando la cercanía del reino de Dios, con esos movimientos masivos, que a la luz de nombres, palabras y sistemas novedosos, desencajados del contexto bíblico pretenden sin decirlo, reemplazar al Espíritu Santo, en su soberana acción de contristar para arrepentimiento (2ª Cor. 7:9) y de revelar y perfeccionar a los santos (Ef. 4:12). En Juan 16:13 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. “Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿hallará fe en la tierra?”. Lc. 18:8.

¿Cómo pretendemos agradar a Dios, pasando por alto los aconteceres proféticos que detallan su regreso victorioso y que tan sólo con referencias generalizadas y declamativas ingresan en los sermones de nuestra época, en la mayor parte del globo?

La ignorancia e indiferencia del pueblo judío, haciendo caso omiso a las referencias proféticas y del mismo Jesús, cuando en Mt. 15:24, les expresaba sin dudas, que Él había sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel, hizo necesario que ese deseo de Jesús, tenga un paréntesis que ya lleva más de veinte siglos, a fn que el pueblo gentil ingresara como nación santa y pueblo adquirido por Dios, al real sacerdocio de 1ª Pedro 2:9.

Ahora no sea que la misma ignorancia e indiferencia de la iglesia cristiana gentílica actual, respecto de su próxima venida, produzca esta vez el desconcierto generalizado de sus hijos frente a los eventos actuales y futuros, que aguardan la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo de Tito 2:13.

No existe ninguna duda, respecto a que los acontecimientos finales de las escrituras proféticas de su segunda venida física a la tierra, descriptos en el Antiguo Testamento, como en los Evangelios de Mt. 24, Lc. 21 y Mc. 13 y en el Apocalipsis a partir del capítulo 4 fundamentalmente, serán protagonizados por el mundo ateo, los 144.000 de los capítulos 7 y 14 del Apocalipsis, los dos testigos del cap. 11 del Ap. y el pueblo judío ya instalado como nación hace más de medio siglo (pues la iglesia genuina de Cristo ya estará arrebatada).

De esta forma se clarifica aún más la interpretación de las profecías bíblicas de su segunda venida física, respecto de los acontecimientos mundiales que precederán a ella, separándolas de la que Pablo presenta en sus cartas de 1ª Corintios 15:51-52; 1ª Tes. 4:14-17 y 2ª Tes. 2:1-4, como arrebatamiento de los creyentes nacidos de nuevo de las iglesias, que tienen a Cristo como cabeza.

Es realmente impactante que Jesucristo ha de pisar esta tierra, nuevamente en Israel, en el mismo lugar desde donde ascendió, después de su resurrección, cuando venga por segunda vez (ver Zacarías 14:4 y Hechos 1:11-12), como evento único y separado del arrebatamiento, que como dicho, será antes de su venida física, en la que los muertos en Cristo primero y los que vivan después, reciban a Cristo en el aire (ver 1ª Tes. 4:17, 2ª Tes. 2:1).

Pero además, la importancia de su segunda venida radica en el hecho que muchas de las profecías bíblicas que la atestiguan, sirven de base para presentar el evangelio de la salvación a los inconversos.

En mi experiencia de 33 años como docente secular, he comprobado lo precedentemente expuesto, en infinidad de casos con mis alumnos.

En estos últimos tiempos es más impactante la presentación de los mensajes del Mesías sufriente a través de la introducción del Mesías reinante, concatenándolos con los aconteceres históricos actuales, que validan ante los no creyentes, la veracidad y exactitud de las profecías de la segunda venida de Cristo y que a la vez propendan a la reconciliación de las cosas de la tierra, con las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz, como Pablo bien lo indica a los Colosenses, Cap. 1:20.

«POR TANTO, CUANDO VEÁIS EN EL LUGAR SANTO, LA ABOMINACIÓN DESOLADORA DE QUE HABLÓ EL PROFETA DANIEL (EL QUE LEE, ENTIENDA)». Mt. 24:15.

Aunque muchas de las profecías del Antiguo Testamento, tocante al Mesías, ya se cumplieron en su persona, sólo hay dos, que el Señor Jesucristo mismo cita expresamente. Una corresponde a su primera y la otra a su segunda venida.

La primera es la referente a su venida en carne como cordero único y perfecto, y la segunda a su venida física visible como juez. En Lc. 4:17-21 dice: “Y se le dio (a Jesús) el libro del profeta Isaías y habiendo abierto el libro halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón. A pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros.

La segunda y es la que se encabeza en el epígrafe, es tocante a su futura venida y que Jesús en Mt.24:15 específicamente se refiere a este evento, citando al libro de Daniel.

Cuando el Señor enfatiza, respecto a los acontecimientos más importantes que se verificarán en la mitad de la última semana de la profecía de las 70 semanas de Daniel cap. 9, dice resumiendo en Mt. 24:15: “el que lee entienda”. Y como si fuera poco, vuelve a recalcar ese tiempo, respecto a tal declaración, diciendo en Mt. 24:21: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”. Tiempo de los últimos 42 meses (tres años y medio) de la profecía de las 70 semanas de 7 años cada una.

Es importante además, tener en cuenta que estas dos declaraciones de Lc. 4 y Mt. 24 fueron dirigidas al pueblo judío exclusivamente; la primera al comienzo de su ministerio terrenal, y la segunda al final del mismo, como se ha dicho.

Y por si esto fuera poco, Jesús en el juicio de su crucifixión dice en Mt. 26:64: “Y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” —declaración que selló su sentencia de muerte—, certificando así todas las profecías referentes a su segunda venida.

La tremenda tensión que sufrió en esos momentos, no fue causa para olvidar que otra venida física, pero no como cordero perfecto, sino como juez, se iba a producir en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y ratificadas en el Nuevo a través de múltiples pasajes y del Apocalipsis fundamentalmente.

Estas aseveraciones de Jesús en especial la de Mt. 24:15b al declarar: “el que lee entienda” (como queriendo decir si no entienden, insistan hasta entender), nos certifica que la cabal comprensión del libro de Daniel, será suficiente para interpretar los aconteceres presentes y futuros en el mundo, que encajarán sin dudas y perfectamente en la detección de las naciones intervinientes, en tiempo y lugares definidos, como así también de los hechos específicos que acaecerán precediendo su segunda venida.

Por otra parte, el cap. 13 de Apocalipsis se complementa con los acontecimientos que relata Daniel en su cap. 9, referente a la última semana de 7 años de la profecía de las 70 semanas y todo esto en completa armonía con las declaraciones de Jesús en los pasajes paralelos de Mt. 24, Mc. 13 y Lc. 21.

Es muy importante además saber que Daniel precisa la secuencia completa de las naciones más gravitantes de la tierra que han de sucederse desde la vuelta de Israel de su antiguo cautiverio en Babilonia, año 536 AC, hasta el pacto del falso profeta (segunda bestia de Ap. 13:11 con el desolador —Anticristo—) de Dn. 9:27, pacto cuyo cumplimiento será el comienzo de la última semana (de la profecía de las 70 semanas), antes del regreso de Jesucristo por segunda vez a la tierra. Es de hacer notar que ese pacto no podría consumarse si no existiera —al tiempo de la segunda venida de Cristo—, como Estado, la nación hebrea; Estado que volvió a refundarse en el año 1948, cumpliéndose así la profecía de Ezequiel 38:8.

Si difícil fue pensar y creer en la vuelta de su primer cautiverio de 70 años, en tiempos de Ciro y Artajerjes, con Zorobabel, Esdras y Nehemías, cuánto más problemática e increíble sería su reagrupamiento como Nación en Israel, luego del dominio, destrucción y su disgregación a manos del Imperio Romano y otras naciones a todo lo largo de su historial.

La primera venida del Señor Jesucristo en tiempos de su esclavitud a la que la sometieron los romanos, no le sirvió para aceptarlo como el Mesías a pesar de ser tan certeramente profetizado por Isaías y todos los otros libros bíblicos del Antiguo Testamento, y que tampoco, lamentablemente, servirá para reconocerlo en su segunda venida, sino sólo en los tiempos de la gran tribulación, como un pequeño remanente (Zac. 13:9. Is. 10: 21-22, Rom. 9:27).

La supervivencia del Estado de Israel en estos últimos tiempos es el mayor de los milagros que hoy podemos observar en el mundo, sólo eclipsado por el bíblico anuncio de la segunda venida física de Jesucristo a la tierra.

Por tanto, paso a detallar los temas que a mi juicio nos ofrecen una cabal y ajustada comprensión de los acontecimientos futuros, tomando como base el libro de Daniel en general y el Apocalipsis en particular, para explicar los principales eventos de la gran tribulación e ira de Dios, no excluyendo las otras profecías de Ezequiel, Zacarías e Isaías para citar las más importantes.